jueves, 14 de octubre de 2010

Tiempo

La noche se puso de nuestra parte
y acabamos bajo las mismas sábanas,
en la penumbra de nuestras caricias
tus labios tenían sabor a viento
y mis dedos a libertad.

Queríamos ir despacio
pero gastamos la imprudencia
de saltar todos los pasos.

Ahora buscamos culpables:
diciembre y esta juventud,
el bar de Chueca y dos mojitos,
la lluvia en la Gran Vía y tu coche lejos
o mi casa más cerca.

Como siempre un final,
yo sin ganas de un hasta luego
y tú pidiendo tiempo.
ya lo decía aquel poema:
“Una mujer, es como un reloj de arena”.

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