Te contaba que mi abuela siempre decía
que las mujeres de manos calientes
son amores para siempre
y las mujeres de manos frías
son amores para un día.
Aquella tarde nos desnudamos
sin llegar a quitarnos la ropa,
en una casa prestada en la playa
tras la sombra de un antiguo edificio
que no nos dejaba ver el mar.
Hablamos del pasado y cocinamos.
Te robaba comida del plato
y en mi irremediable manía de anticiparme
yo ya estaba haciendo planes en tu ombligo.
Ahora recuerdo,
decías que los mejores platos
se cocinan a fuego lento.
Y tú, con las manos frías.
sábado, 9 de octubre de 2010
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