Las mujeres me admiran
porque sé juntar palabras
y adular viene en mi libro de instrucciones
como verbo predilecto.
Y qué quieres que te diga,
necesito alguien que vea todo,
no que se sienta rodeada de palabras
que conviertan el silencio
en collares para su cintura,
alguien que no mire al infinito
con las manos perdidas
creyendo que fabrico emociones
como trajes a medida.
Por eso,
a veces me siento como un hombre cansado,
perdido en las calles de algún mes
o en los días de cualquier ciudad.
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